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Recopilación de artículos publicados por Raul Encina T.
10 septiembre, 2009
La tenebrosa historia de la Industria farmacéutica
"Y dijo Dios: 'He aquí os he dado toda hierba que hace simiente, que está sobre la faz de toda la tierra; y todo árbol en que hay fruto de árbol que haga simiente, os serán para comer'". Génesis 1:29.
"En medio de la plaza, a una y otra margen del río, hay árboles de VIDA, que dan fruto doce veces, una vez cada mes; y sus hojas sirven para la sanidad de las naciones". Apocalipsis (Revelación) 22: 2. Nuevo Testamento.
“Pero en cuanto a los cobardes y a los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad, y asesinos y fornicadores y a los que fabrican y emplean drogas [griego: farmakoi], e idólatras y todos los mentirosos, su porción será en el lago que arde con fuego y azufre. Esto significa la muerte segunda.” Apocalipsis (Revelación) 21: 8. Nuevo Testamento.
La colusión de las tres grandes cadenas farmacéuticas en Chile para fijar los precios de los medicamentos, así como la desconfianza que ha generado el surgimiento de distintas enfermedades “a la medida” de los grandes laboratorios del mundo, cuyos accionistas, como Donald Rumsfeld, ministro de los presidentes Bush padre e hijo, resultan favorecidos de manera equivalente a lo sucedido con sus inversiones en la reconstrucción de Irak, luego de que fuera protagonista en el engaño mundial para invadir ese país, han abierto la puerta para que se develen entretelones desconocidos acerca de esta billonaria industria.
En la actualidad la expresión “farmacia” hace referencia al lugar donde se expenden medicamentos para el tratamiento de personas enfermas, pero en sus orígenes aludía a prácticas de “hechicería” o “espiritistas” tendientes a pactar con entidades para provocar daño o envenenamiento.
Hoy, las grandes corporaciones farmacéuticas constituyen un baluarte que pretende poner en evidencia el progreso de la medicina y de otras disciplinas científicas, especialmente la bioquímica. Pese a lo oneroso que significa paliar una enfermedad para la gran mayoría de las personas, siempre existe la justificación del alto costo que representan la investigación y la fabricación de estas pócimas modernas para beneficio de la humanidad.
NACE UNA INDUSTRIA MULTIMILLONARIA
Después de siglos de un desarrollo eminentemente local, durante la segunda mitad del siglo XIX, ciertas empresas comenzaron, usando derivados de sus productos químicos, a ofrecer en el mercado un nuevo tipo de medicamentos. La mayoría de los productos descubiertos eran los principios activos de distintas especies vegetales. Así nacieron substancias psicoactivas como la morfina, narcotina, estricnina, codeína, atropina, cafeína, cocaína, diacetilmorfina (heroína) y la mezcalina, entre otro centenar de drogas.
Su introducción en el mercado fue tan violenta que, cuando China se negó a aceptar el ingreso del opio en su país, recibió como respuesta dos guerras por parte de Inglaterra. Los británicos argumentaron que la negativa del país asiático era un “intolerable atentado contra la libertad de comercio”. Pero cuando China se vio carcomida por la enorme dependencia de sus habitantes al consumo de esta droga, ingleses y alemanes los inundaron con morfina y heroína para “curarlos” de la dependencia. ¡El remedio peor que la enfermedad!
El surgimiento de productos derivados de elementos químicos fue una verdadera revolución. En Alemania, Bayer y Hoechst hacen su estreno como farmacéuticas produciendo sus primeros medicamentos. En Suiza, Ciba-Geigy y Sandoz también surgen como tales a partir de la síntesis de productos químicos en el área de colorantes. Hoffmann-La Roche, al igual que Bayer, que se haría famosa por la comercialización de la aspirina® (derivado del alquitrán de carbón) y de la heroína, se consolidaría comenzando como fabricante de productos químicos orgánicos.
Pero es en Inglaterra donde los productos farmacéuticos comenzaron a ser patentados, con el consiguiente enriquecimiento de sus propietarios, en contradicción con la Ley sobre Propiedad Industrial de 1878, promulgada en París, que prohibía patentar los brebajes y medicamentos.
Y en el siglo XX el posicionamiento de esta industria empieza a generar fabulosos dividendos.
TRABAJO DE ESCLAVOS
Antes de la Segunda Guerra Mundial, las más importantes industrias farmacéuticas alemanas (Hoechst, Bayer, Schering, Merck y BASF) fueron propiedad o filiales de la más grande corporación industrial de Europa y la más colosal compañía química del planeta, la I. G. Farben.
Gerald Messadié, en su Historia del antisemitismo (Javier Vergara, 2001) señala que esta empresa estaba vinculada a la Standar Oil de New Jersey (en la actualidad denominada Exxon), propiedad de Rockefeller, quien fue asiduo colaborador de los nazi hasta 1945. La relación de la Standar Oil con la I. G. Farben de la Alemania nazi está marcada porque ambas fueron responsables de la apertura del campo de concentración de Auschwitz para la producción, con mano esclava, de caucho sintético y carbón.
En los juicios de Nuremberg, los ejecutivos de la I. G. Farben fueron juzgados y condenados por el uso de “mano esclava”. Sin embargo, Rockefeller siguió intocable en Estados Unidos.
Las compañías farmacéuticas que fueron parte de ese conglomerado, hoy poderosas trasnacionales, siguieron imperturbables con su industria. Las drogas producidas por estas empresas en 1960 superaban los setenta narcóticos. Antonio Escohotado, en su Historia elemental de las drogas (Anagrama, 1996) escribe: “Su historia será siempre la misma: primero se lanzan al mercado como drogas sin los inconvenientes observados en otras, luego resulta evidente su adictividad y –tras algunos años- quedan sujetos a restricción”.
Pero el carácter espurio del negocio de la salud es denunciado cada vez con más fuerza. Como en La mafia médica, de la doctora Ghislaine Lanctot, quien fue expulsada del colegio de médicos y retirada su licencia para ejercer, por develar algunos de estos entretelones. O en el trabajo del periodista español Miguel Jara, quien en Traficantes de salud (Icaria, 2007) denuncia la invención de enfermedades, por parte de las trasnacionales farmacéuticas, para desarrollar nuevos mercados y así hacer de ciudadanos sanos personas enfermas; la manipulación a los médicos para promover ciertos medicamentos y el espionaje de los ciudadanos por medio de las recetas y otros mecanismos de control.
Se agrega el libro del profesor de la Universidad de París-VIII, Philippe Pignare, El gran secreto de la industria farmacéutica (Gedisa, 2005), quien después de trabajar 17 años en grandes laboratorios farmacéuticos relata la negativa concertada de 39 de estas trasnacionales para impedir en lugares como Sudáfrica el uso de medicamentos genéricos para atender a millones de niños y adultos enfermos de sida. Revela la presión hacia los legisladores con el lobby de un encargado permanente cada dos congresistas. Denuncia el predominio de los ensayos clínicos de moléculas ya descubiertas, más que la investigación de nuevos fármacos, para así renovar la patente de exclusividad por otros 20 años respecto a nuevos usos de antiguos productos.
Las irregularidades son interminables. Los efectos adversos no reconocidos de las vacunaciones (como el autismo provocado por el mercurio), la apropiación de material genético de plantas, animales y seres humanos -patrimonio de la humanidad que las culturas tradicionales han utilizado para sanar a sus poblaciones desde los albores de los pueblos- restringiendo su uso a las licencias que han patentado luego de un robo sin precedentes, son algunas de ellas. Se suma el fraude que representa defender los altos costos de los medicamentos debido a una supuesta investigación que ha sido legada durante siglos gratuitamente, o que son desarrolladas por organismos públicos y luego explotadas por estas trasnacionales en forma privada.
La medicación forzada desde la infancia, la prohibición de comprar en el extranjero medicamentos que están disponibles en muchos países (p. e. Chile) y el costo abusivo que deben pagar por ellos las naciones pobres en comparación con los países más poderosos son temas develados por Gary Gereffi en Industria farmacéutica y dependencia en el Tercer Mundo, FCI, 1986.
El intelectual francés Michel Foucault en su Historia de la locura en la época clásica (tomo II, FCE, 2002), cita una obra escrita en 1785, el Diario de medicina, que señala: “Si se sospecha que un virus repercutido es la causa de la imbecilidad, no hay nada mejor que inocular la sarna y este medio aun podría intentarse en todos los imbéciles, cuando no se haya obtenido ningún provecho con lo que inicialmente se ha considerado más eficaz”.
Esta receta podría perfectamente haber sido prescrita por estos días.
Artículo publicado en el periódico EL CIUDADANO, del mes de agosto 2009.-
http://www.elciudadano.cl/2009/08/18/mostrando-la-hilacha-en-10-pasos-2/
http://www.newstin.es/tag/es/139623784
http://www.noticiasglobales.com.ar/chile/la-tenebrosa-historia-de-la-industria-farmaceutica/
Y en Facebook:
http://www.facebook.com/note.php?note_id=115738988298&ref=mf
12 marzo, 2008
Maturana, Varela y las tradiciones
Por Raúl Encina Tapia.
Camino de conocimiento
Un aire de frescura irrumpió en el ambiente intelectual y científico después de siglos. Desde el borde meridional de esta etérea geografía, Humberto Maturana y Francisco Varela, gestores de la llamada “Escuela de Santiago”, comenzaron preguntándose acerca de los misterios más profundos de la existencia ¿Qué es la vida? ¿Qué es conocer? Sus reflexiones fueron irradiando complejas teorías que han revolucionado los más diversos ámbitos del saber, situando al amor como el componente fundamental de nuestra historia como especie (filogenia) y como seres humanos (ontogenia). De igual modo le fueron dando un renovador sentido a la sin razón, a las caricias, a la imaginación, al juego y a las emociones, así como a la ternura y a la sensualidad, a las fantasías y a los sueños.
Asistimos a tiempos difíciles de la historia humana. Un ingente desastre ecológico pone en riesgo nuestra supervivencia como especie. Guerras genocidas, terrorismo, corrupción generalizada son el idioma de esta época, mientras la ambición y la competencia son alabadas como encomiables cualidades.
En este escenario desolador, dos neurocientíficos chilenos, Humberto Maturana y Francisco Varela, haciendo uso del complejo “lenguajear” científico removieron el ambiente académico y cultural en todo el planeta, recuperando a los seres humanos como responsables de su presente social, en un momento decisivo de nuestra existencia: “Vivimos un presente cultural centrado y guiado por relaciones de dominación y de sometimiento, en la desconfianza y el control, la deshonestidad, la voracidad de la justificación comercial de la codicia, la apropiación y la mutua manipulación... y si no cambia nuestro emocionar, todo cambio tecnológico nos llevará a lo mismo: codicia, guerras, desconfianza, deshonestidad y abuso de otros y de la naturaleza.” (CBB, 2001).
Este alarmante llamado de Humberto Maturana evidencia la mirada ética sobre la que se construyó el edificio de la Escuela de Santiago, testigo de esta época y posibilidad de cambio. Francisco Varela, antes de dejar este mundo, nos advirtió acerca de la eventualidad de que estas ideas puedan ser sepultadas en el olvido. Es nuestra responsabilidad que esto no ocurra y que podamos recuperar la generosidad y la solidaridad que permitió que sobreviviéramos en esta tierra como especie.
Un primer paso en este camino transformador puede ser conocer acerca del conocer de su mirada.
Vivir es conocer
“No cabe duda: la teoría de Maturana es uno de los pensamientos más asombrosos de finales de siglo, con el valor añadido de estar escrito en un estilo colmado de frescura y transparencia, si se toma en cuenta la gran complejidad semántica a la que está obligada la ciencia moderna”.
Con estas palabras Javier Torres Nafarrate invita a los lectores de habla hispana a adentrarse en la obra de Maturana, en la introducción a los 2 volúmenes publicados por la editorial Anthropos bajo el título “La realidad: ¿objetiva o construida?”. En el mismo texto sitúa a Maturana en el rango de pensadores de la talla de Darwin, Freud, Einstein, Planck, Heinsenberg y hasta Newton.
Similares elogios ha recibido Humberto Maturana por parte de los editores en lengua inglesa y alemana de su obra. Pero no sólo de ellos.
Uno de los más significativos respaldos a su labor lo dio precisamente un pensador excepcional, Gregory Bateson, quien realizó aportes fundamentales en antropología, biología, cibernética, terapia sistémica, teoría de la comunicación, entre otros campos. Cuando se le preguntó en su lecho de enfermo, en el Centro Zen de San Francisco, quién sería el continuador de su obra, señaló: “el centro para este estudio está ahora en Santiago, Chile, bajo un hombre llamado Maturana”.
Es así que investigadores, intelectuales y escritores han hecho eco de esta sentencia, como el epistemólogo Paul Dell quien realizó estudios comparados entre la obra de Bateson y Maturana. Sus conclusiones fueron: “En mi opinión, el trabajo de Maturana contiene la ontología que Bateson nunca desarrolló”.
Por su parte, el físico Fritjof Capra, autor, entre otros libros, de “El tao de la física”, en su excelente trabajo titulado “La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos” (Anagrama, 2002) afirma con relación a las investigaciones de Maturana y Varela: “La teoría de Santiago ofrece bajo mi punto de vista, el primer marco conceptual científico coherente que verdaderamente supera la división cartesiana. Materia y mente ya no aparecen como pertenecientes a dos categorías separadas, sino que son vistas como representantes de dos aspectos meramente diferentes -o dimensiones- del mismo fenómeno de la vida”.
Se han sumado además los notables comentarios del sociólogo Niklas Luhmann con relación al “material explosivo” del concepto teórico de la “autopoiesis”, lo que lo motivó además a desarrollar una teoría sociológica basada en este planteamiento, la que ha sido valorada, pero no compartida, por el propio Maturana. A partir de este concepto de “autopoiesis” (es decir, que los sistemas vivos se producen continuamente a sí mismos en una red cerrada de relaciones que constituye su organización) han surgido muchas reflexiones que han buscado su aplicación en campos tan diversos como la teoría jurídica, la teoría literaria, la terapia familiar sistémica, entre otros.
Algo similar ha ocurrido también con relación a otros aspectos presentes en los planteamientos de la Escuela de Santiago, por ejemplo, como consecuencia de las implicaciones que surgen a partir de la afirmación: “el hecho de vivir –de conservar ininterrumpidamente el acoplamiento estructural como ser vivo- es conocer en el ámbito del existir. Aforísticamente: vivir es conocer”, alcanzando dimensiones claramente insospechadas que han permitido que el uso de sus ideas se haya extendido no sólo en neurociencia, sino además en diversas áreas de la educación (diferencial, parvularia, etc.) y además en psicología, inmunología, filosofía, derecho y hasta en la política.
Pero no sólo en esos campos del saber.
El crepúsculo de la modernidad y las tradiciones ancestrales
“No encontrarás los límites del alma, sin importar el sentido del camino, tan profunda es su medida” Heráclito. “Fragmento”.
Que la “civilización moderna” está en crisis no es un secreto en ninguno de sus ámbitos. Sin embargo, frecuentemente se olvida que el término modernidad comenzó a ser utilizado a partir del triunfo de un modelo estatal de la religión (en contradicción con su legado espiritual más profundo) por sobre otras vertientes espirituales, también cristianas. Es decir, fue la consolidación de un modelo de control por parte del estado romano, que comenzó con Constantino y culminó con Teodosio, de los criterios de verdad en la sociedad, destruyendo ancestrales legados espirituales, relegados a la condición de “paganismo” o “herejías”.
Estos dispositivos de verdad y saber no fueron acallados con el surgimiento del Renacimiento. Los llamados “Tiempos Modernos”, por el contrario, encontraron por la vía del “saber científico” un nuevo y eficiente mecanismo de control del universo espiritual humano, obteniendo un oportuno fundamento de legitimación en la visión del ordenado universo mecanicista de Newton, así como en la mirada dualista de Descartes y en el apogeo soberbio del racionalismo.
En los albores del siglo XX la relatividad del punto de referencia del observador de Einstein, junto al principio de incertidumbre de Heisenberg, que evidencia la incidencia del observador en el fenómeno observado, constituyeron el punto de partida que cuestionó la “objetividad” de la observación científica como criterio de saber y de poder en la sociedad.
La emergencia de los movimientos posestructuralistas (a partir de las teorías críticas gestadas en Frankfurt), el posmodernismo (en el arte, la estética y otras dimensiones de la cultura), el posracionalismo (en las ciencias y terapias cognitivas) y la posciencia (como resultado de las implicaciones de la fisión atómica, el surgimiento de la informática y la biotecnología) ha hecho más evidente este cuestionamiento a los principios constitutivos de la modernidad.
Se suma a esto la aplicación vertical de procesos educativos que reproducen en todos los ciclos de enseñanza los dispositivos de control, por medio de diseños curriculares que niegan radicalmente la pertinencia cultural en la educación, condicionando así las dinámicas que son impartidas a los estudiantes.
En este sentido, el cuestionamiento que ha explicitado especialmente Humberto Maturana a los criterios de legitimidad que apelan a la objetividad del método científico, así como el rol crítico que ha manifestado ante el papel de los observadores y de las redes culturales en las decisiones que se asumen en el campo educativo, son un componente igualmente explosivo de sus planteamientos.
En este escenario, recogemos las expresiones de Maturana, consignadas en el ya citado libro de José Miguel Vera “La bioética una disciplina adolescente” (CBB, 2001) donde explicita: “Lo que yo sostengo, es que si no cambia nuestra cultura, es decir, si no cambia el emocionear desde donde vivimos nuestro convivir, seguiremos haciendo lo mismo desde el punto de vista cultural cualquiera sea el cambio tecnológico. Si vivimos una cultura centrada en la desconfianza y el control, en la apariencia y la deshonestidad, en la autoridad y el sometimiento, haremos fraude con Internet, discriminación y abuso con la ingeniería genética... igual que lo hemos hecho sin Internet y sin ingeniería genética”.
El rol medular de la cultura en tanto “redes cerradas de conversaciones, es decir, redes cerradas de coordinaciones recursivas de haceres y emociones” en sus planteamientos es determinante. “Vivimos inmersos en una sociedad que enfatiza la competencia como un valor social, pero la competencia es esencialmente antisocial” asevera en “Fenomenología del conocer” y luego especifica “la competencia no es un fenómeno biológico primario, es un fenómeno cultural humano” cuestionando abiertamente los mensajes que nos llegan desde todos los espacios alentando la “sana competencia”. Maturana, sin embargo, reafirma: “El resultado es la producción con apropiación excluyente que lleva a unos a la riqueza y a otros a la miseria, en el continuo agotamiento del mundo natural porque éste no es infinito”.
La vía media:
de las tradiciones a la enacción
“El camino recto del universo es el centro, la armonía es su ley universal y constante.”
Confucio. “Chung Yung. La doctrina del justo medio”.
Cuando Humberto Maturana y Francisco Varela escribieron una de sus obras más significativa “El árbol del conocimiento” (Universitaria, 1984), texto que luminosamente cierra sus páginas con un evocador cuento de la tradición sufita, manifestaron su pretensión epistemológica de mantener una “contabilidad lógica” que hiciera posible navegar entre “el remolino Caribdis del solipsismo y el monstruo Scila del representacionismo”. Sin embargo, la “deriva natural” que seguirían cada uno de sus autores determinó que posteriormente observarían opiniones distintas con relación a este punto. Francisco Varela especificó, en la segunda edición del libro “De máquinas y seres vivos” (Universitaria, 1995), que la noción de perturbación en el acoplamiento estructural, concepto clave en la Teoría de Santiago, “no toma adecuadamente en cuenta las regularidades emergentes de una historia de interacción en donde el dominio cognitivo no se constituye ni internamente (de un modo que lleva efectivamente al solipsismo), ni externamente (como lo quiere el pensamiento representacionista tradicional)”.
Esta reflexión determinó que Varela desarrollara el concepto de “enacción”, aunque de manera distinta a como había sido enunciado por Jerome Bruner en su teoría constructivista representacionista (simbólica e icónica), en este caso más bien es utilizado para precisar este “alumbramiento de un mundo” en una coderiva entre el sistema autónomo y su entorno, explicitando que la cognición es “acción corporizada”.
Uno de los aspectos más novedosos de este punto de vista formulado por Varela, además del énfasis que puso en la experiencia, está en que no solamente se acercó a las corrientes de la fenomenología occidental (Husserl, Merleau-Ponty), sino que muy especialmente lo cautivaron las vertientes contemplativas de la tradición budista.
En efecto, Varela nos asombraría, una vez más, con sus fructíferos encuentros con figuras del mundo espiritual, como el Dalai Lama, consignadas en su libro, en colaboración con Jeremy W. Hayward, “Un puente para dos miradas. Conversaciones con el Dalai Lama sobre las ciencias de la mente” (Dolmen, 1997) donde participó además, como traductor, una reconocida figura del diálogo oriente-occidente, Alan Wallace.
A esta obra pionera le seguirían “Dormir, Soñar, Morir. Nuevas conversaciones con el Dalai Lama” (Dolmen, 1999) y especialmente “De cuerpo presente. Las ciencias cognitivas y la experiencia humana” (Gedisa, 2005) donde Varela, junto a Evan Thompson y Eleanor Rosch, expone notablemente las implicaciones de su “camino medio” epistemológico, especialmente teniendo como referente sus investigaciones en neurociencias y la posición de la “madhyamaka” (filosofía madhyamika), la escuela del “camino medio” en el budismo “mahayana” (gran vehículo), a la que siguen, en su vertiente “prasangika”, los budistas tibetanos (tántricos) de la escuela “gelugpa” de donde es un exponente reconocido el propio Dalai Lama.
Las afirmaciones que se hacen en este trabajo son elocuentes, pero además ponen de manifiesto la cercanía que siguió teniendo el antiguo discípulo y colaborador con su maestro, Humberto Maturana, en relación con los aspectos culturales más significativos del pensamiento occidental. Varela se pregunta: “¿Acaso el yo no era el portador del vigor moral y ético? Si desafiamos la idea del yo, ¿qué hemos soltado en el mundo? Semejante preocupación, a nuestro juicio, es la incapacidad del discurso occidental para analizar con perspicacia experiencial al yo y su producto, el interés egoísta. En contraste, la dimensión ética del ego y la ausencia del ego están en el corazón mismo de la tradición budista”.
Ciencia y trascendencia
“Puede usted llamar, si así lo desea ‘Dios’ a las fuerzas sistémicas”.
Gregory Bateson. “Pasos hacia una ecología de la mente”. (Planeta-Carlos Lohlé, 1991).
Son estas dimensiones del discurso, la inquietud en la búsqueda de una convivencia armónica, las que nos trasladan a esas evocadoras observaciones contenidas en la médula de la obra señera de la Escuela de Santiago, “El árbol del conocimiento”: “el amor, o si no queremos usar una palabra tan fuerte, la aceptación del otro junto a uno en la convivencia, es el fundamento biológico del fenómeno social: sin amor, sin aceptación del otro junto a uno no hay socialización, y sin socialización no hay humanidad” y luego aclaran “no nos engañemos , aquí no estamos moralizando, ésta no es una prédica del amor, sólo estamos destacando el hecho que biológicamente, sin amor, sin aceptación del otro, no hay fenómeno social, y que si aún así se convive, se vive hipócritamente la indiferencia o la activa negación”.
No puede dejar de asombrarnos que estos neurocientíficos, que comenzaron sus investigaciones como “mecanicistas sistémicos”, que se han pronunciado abiertamente en forma negativa ante la existencia de Dios, al mismo tiempo observen tantas referencias a los temas más fundamentales de las tradiciones espirituales y que permanentemente recurran a ellas en múltiples ejemplos y descripciones de sus planteamientos.
En efecto, para Maturana lo espiritual, el alma humana, se da como un fenómeno que no es independiente al ser humano, no existe como un aspecto trascendente a él, porque “todo lo espiritual, lo místico, los valores, la fama, la filosofía, la historia, pertenecen al ámbito de las relaciones en lo humano que es nuestro vivir en conversaciones” subraya en una entrevista dada a la periodista Paula Escobar de la revista “Caras”, consignada en “El sentido de lo humano” (Hachette, 1992).
Precisamente, esa entrevista es un ejemplo de esta recurrencia a ejemplos tomados de las tradiciones espirituales como una manera de explicar sus planteamientos: “Yo creo que Jesús era un gran biólogo. Él hacía referencia a esta armonía fundamental del vivir sin exigencia, por ejemplo, cuando al hablar a través de las metáforas decía: ‘mirad las aves del campo, ni cultivan ni trabajan ni se esfuerzan y se alimentan mejor que los humanos’ y sin angustias su existencia es armónica en la vida y la muerte. O cuando hablaba de las flores. O cuando decía que para entrar en el reino de Dios uno tenía que ser como los niños, y vivir sin la exigencia de la apariencia en la inocencia del presente, en el estar allí en armonía con las circunstancias”.
Llegando incluso en otra ocasión a declarar: “¿Por qué o para qué explicar el vivir y a los seres vivos? Los seres humanos modernos vivimos en conflicto, hemos perdido la confianza en las nociones trascendentes que antes daban sentido a la vida humana bajo la forma de inspiraciones religiosas, y lo que nos queda a cambio, la ciencia y la tecnología, no nos da el sentido espiritual que necesitamos para vivir” (Universitaria, 1995).
Se puede argumentar, obviamente, que su mirada con relación a estos temas está explicada como una cuestión inmanente a la naturaleza biológica de los seres vivos. Pero todavía es pertinente preguntarse ¿y qué hay del patrón autopoiético de los seres vivos? ¿No es algo que trasciende como forma de organización a todos los seres vivos, más allá de las estructuras abiertas, “disipativas”, que componen las unidades específicas? La respuesta seguirá siendo que es el resultado de la deriva natural, que es una consecuencia de los acoplamientos moleculares discretos.
Pero si la vida no es más que eso ¿qué se quiere decir cuando, sin perder de vista que se hace referencia a máquinas autónomas, se concibe la vida como un regalo? En efecto, en otra entrevista consignada en este mismo texto, concedida a Sima Nisis, afirma “Esta experiencia cambió mi vida porque desde entonces viví en la conciencia de que la vida que uno vive es sólo un regalo del que no cabe otra cosa que estar agradecido [...]”.
¿Será que la decepción hacia un mundo en el cual las religiones no dan cuenta de los legados más profundos de las tradiciones espirituales de la humanidad lleva a esta persistente negación de toda trascendencia? A nosotros nos parece pertinente recordar aquella sentencia del agudo pensador rumano Émile Cioran, refiriéndose a su gran maestro Mircea Eliade, cuando indicó que ellos eran “espíritus religiosos sin religión”.
Finalmente, el multiverso al que nos han invitado a participar ambos neurocientíficos, más allá de la temprana partida de Francisco Varela, ha significado el alumbramiento de muchos mundos. Ellos han rescatado a los seres humanos como núcleo de las relaciones sociales. Han puntualizado que los seres humanos no somos “procesadores de información” homologables a los ordenadores. Que los computadores no son los “expertos”, que los genuinos expertos son los recién nacidos con una plasticidad maravillosa en su dinámica de estar vivos. Esto, en un mundo que ya ha planteado, entre otras cosas, la eventualidad de matrimonios entre robots y seres humanos, resuena especialmente pertinente y atendible.
Qué tipo de mundos alumbremos es nuestra decisión. Retomar su extraordinario legado, lleno de pasión y de coraje es nuestro desafío. Se trata del mundo que habitarán nuestras hijas e hijos. Esperamos recoger la propuesta esperanzadora de Humberto Maturana y poder decirles a las futuras generaciones “Ya están listos para ser ciudadanos democráticos autónomos. Vayan con Dios”.
“Puede decirse que el eterno misterio del mundo es que sea inteligible. El hecho de que sea comprensible es un milagro.” Albert Einstein.
Del Amor, la solidaridad y la ternura.
Uno de los aportes más develadores de la Escuela de Santiago está en relación con una nueva manera de comprender la deriva filogenética de los seres vivos, especialmente el significado del altruismo y la colaboración en la supervivencia de las especies, así como en el espacio de sensualidad y placer en el curso de nuestra ontogenia.
En efecto, nociones tan recurrentes en la literatura dominante, tales como la competencia en la lógica de la evolución de las especies, la lucha y los “agentes defensivos” del campo semántico militarista en inmunología, es decir, toda la ideología de la supervivencia del más fuerte y la “natural” desaparición de los más débiles aparecen abiertamente cuestionadas por los resultados de las investigaciones y las reflexiones que han evidenciado los neurocientíficos chilenos.
Francisco Varela, en el interesante coloquio que sostuvo junto a miembros de la comunidad científica, al Dalai Lama y a sus colaboradores, afirma: “En términos generales, la vida no parece en absoluto posible sin un cierto grado de apertura hacia los demás [...] Esta cualidad de apertura entre los animales parece llegar a una especie de altruismo sin objeto predeterminado. Incluso si esto sucede sólo a veces, es como si hubiera un continuum que partiera en los animales para desembocar en un pleno potencial de compasión espontánea como el que encontramos en los seres humanos”.
Por su parte Humberto Maturana en “Amor y juego. Fundamentos olvidados de lo humano” (Instituto de Terapia Cognitiva, 1993) explica: “en la historia de la humanidad, y estoy hablando de los últimos 3,5 millones de años, si el amor no hubiese estado presente como el fundamento siempre constante de la coexistencia de las pequeñas comunidades en que vivían nuestros ancestros, no podríamos existir ahora como lo hacemos. No se habría originado el lenguaje y no se habría establecido éste como el modo fundamental de convivir de nuestros ancestros [...] En verdad yo pienso que el 99% -puedo equivocarme, puede que sea el 97%- de los males humanos tienen su origen en la interferencia con la biología del amor”.
Y en el prólogo al libro de Eduardo Pino y María de la Luz Urquieta “El arte del equiibrio erótico” (Planeta, 1994) despliega con especial lirismo su reflexión acerca del amor, la ternura y la sexualidad: “La emoción que funda lo social es el amor, y en la trama social, amistad y sexualidad constituyen los nexos de sensualidad y ternura que dan estabilidad natural, sincera y no hipócrita a una comunidad humana. La sensualidad está en el goce de la compañía, en la estética de la convivencia, en la textura armónica del convivir. La ternura está en la atención que ve al otro y lleva a estar presente con él o ella sin negar su presencia ni la propia. La ternura es visionaria y acogedora, la sensualidad es estética y armonizadora”.
05 enero, 2008
EL REY ARTURO Y EL ESPIRITU DEL GRIAL.
Artículo publicado en revista ECOVISIONES....
INTRODUCCION:
“Examinando las estrellas, descubrió secretos profundos, de los que no hablaba sin estremecerse.”Wolfram von Eschenbach.1
Hay lugares en la tierra que ocultan fantásticas historias, tradiciones que se han quedado arraigadas en los árboles y en las piedras, sitios estremecedores que relucen, como un eco celestial, el curso de las estrellas sobre el itinerario de los hombres y sus espectaculares hazañas.
Glastonbury, la ciudad o isla de cristal, donde estaría la tumba del rey Arturo, es uno de esos lugares de poder... Un especial aire de encanto aún roza a los visitantes, cierto espíritu que conecta a los viajeros con una dimensión intemporal, una percepción que invita a recorrer la historia como si se tratara de un arcano indescifrable.
¿Quiénes eran y dónde están el rey Arturo, Ginebra, el hada Morgana “la nacida del mar”, Parzival, Lancelot y tantos otros que cobran vida en cada ciclo de las “sagas” artúricas? ¿Qué extraño misterio rodea a los antiguos pueblos celtas con tradiciones que cruzan el planeta en insospechados espacios y centros? ¿Es el Grial el recipiente que contiene la sangre de Cristo? ¿Corresponde el Santo Grial (San Graal) a su misteriosa descendencia oculta? ¿Es el Grial el secreto que les costó la vida en los albores de la Inquisición a los cátaros y posteriormente a los caballeros templarios? O bien ¿es el símbolo universal de los seres “puros de corazón” que se internan en los aventurados laberintos de la magia tratando de descifrar los enigmas más profundos de la vida?
Sin duda, muchos han sido los buscadores que se han sentido llamados a explorar en estos maravillosos relatos intentando respuestas a éstas y a otras innumerables interrogantes. No es sólo un afán intelectual, es algo más, es como si desde muy en lo profundo sintiéramos que nuestro propio espíritu comienza a despertar, inexplicablemente conmovido, de un largo y embriagador sueño.
LA HISTORIA DEL REY ARTURO Y EL GRIAL
Poco sabemos de los pueblos originarios de la actual Gran Bretaña, sin embargo existe evidencia histórica de la llegada de diversas tribus celtas a esos territorios unos cinco siglos antes de C. Así, la actual Irlanda, Escocia e Inglaterra van a compartir un origen común que las hermana con las tradiciones de estas ancestrales culturas. Un caso especial lo constituyeron los llamados “pictos” un pueblo que habitó el norte de Inglaterra (Escocia) y que los romanos llamaron de este modo porque acostumbraban a pintarse sus cuerpos con espectaculares dibujos. No se sabe con certeza si este remoto pueblo fue una de las tantas tribus indoeuropeas de los celtas, pero de cualquier modo es un hecho histórico que en el siglo IX después de C. el rey, Kenneth Mc Alpin 2, unió a los “picti” con sus vecinos pueblos celtas, los escotos, es decir, aquel pueblo que daría su nombre a Escocia y que había llegado desde Irlanda para fundar el reino de Dalriada (Dál Riada) antes del siglo V d. C.
En tanto, al sur de la Isla, ya en el año 55 a. C. el emperador romano Julio César había visitado las costas de Britania3 haciendo gala de sus ambiciones expansionistas y no trepidó en intentar aniquilar todo signo de resistencia que los aguerridos guerreros celtas pudieron oponerle. Aun cuando César fue sistemáticamente derrotado en esas esquivas costas, la maquinaria militar romana comenzó un proceso de avance sostenido que sólo concluyó cuando el emperador romano Claudio terminó de conquistar esas hermosas tierras (con la excepción de Gales y la Escocia de los “inmortales” Highlanders). La gesta “civilizadora” fue tal que el rey celta de los caledonios, Calgacus, el año 84 d. C. espetó a Roma estas inmortales palabras: “¡Convirtieron esto en un páramo y lo llaman paz!”.
Siglos más tarde, el rey visigodo Alarico conquista Roma, lo cual deja a Britania sin la protección del Imperio, esto va a posibilitar que ya a partir del siglo V, primero los sajones, y luego los anglos y los jutos, todos pueblos germánicos, comenzaron a alcanzar la parte meridional de la Isla. Se inicia así uno de los episodios más heroicos de la legendaria historia británica, cuyas ensoñadoras aventuras deleitarán los espíritus indómitos de incontables generaciones.
En efecto, por el año 475 habría de nacer un hombre cuya existencia es en sí misma toda una gesta. Su nombre: Arturo.
LA LEYENDA DE ARTURO Y EL GRIAL
La tradición dice que el druida Merlín4 por medio de un pacto convenció al Rey Uther Pendragón para que cuando naciera el hijo de éste y la reina Ygerne se lo cedieran en forma secreta para su educación. Así, la existencia de este futuro rey sería un hecho absolutamente desconocido para la mayor parte del pueblo. Su crianza, atendida por este enigmático sabio, recuerda uno de los aspectos más característicos de la tradición celta. En efecto, en esta mágica cultura, los druidas serían los encargados de formar a los futuros guerreros no sólo en las artes marciales de la época, sino además en todo lo referente al conocimiento de los arcanos de la naturaleza, como el uso de las hierbas y algunas fabulosas prácticas vinculadas a los misterios de los árboles, entre ellos el roble, la encina, el manzano o el arce. Pero además el druida se encargaba de enseñar a los jóvenes todo lo concerniente a las leyes de la comunidad, en consonancia con los ciclos del universo.
De este modo el futuro rey fue privilegiado con los conocimientos y la sabiduría de este poderoso shamán de las más arcaicas tradiciones espirituales del planeta. Recordemos que el nombre Arturo viene de “Artehe”, cuya raíz significa “oso”, he aquí otro de los enigmas que relacionan esta leyenda con otras fabulosas mitologías de la humanidad5. Sería el propio Merlín quien le entregaría a este heroico rey los fundamentos de la Tabla Redonda6, a cuyo alrededor se ubicaban 49 valientes caballeros y además existía un espacio vacío, el que estaba asignado en forma especial a un guerrero, quien debía demostrar ser digno de ocupar aquel simbólico sitio.
Pero bien, después de la muerte del rey Uther Pendragón el trono quedó vacante, es así que el propio Merlín ideó un estratagema para que su legítimo sucesor tomara su lugar en el reino.
LA ESPADA EXCALIBUR
Arturo, criado como el hijo de Antor (Néstor) y el hermano de Kai, no podía sospechar que era el verdadero hijo del rey Uther y la bella Ygerne, en otras palabras, el legítimo sucesor de la corona británica. Pero Merlín, quien lo había visto convertirse en un apuesto y valiente joven, tenía preparada una especial sorpresa.
En la cima de un cerro que lindaba con un bosque apareció una espectacular espada, cuya empuñadura cincelada en oro fino refulgía con miles de colores, hundida hasta la guarnición en un yunque de hierro, el que se encontraba sobre una grada que parecía ser de mármol y que a su vez estaba sobre una gran piedra cuadrada. Era la legendaria Excalibur7, la espada de la soberanía. La gente del pueblo se congregó en torno al prodigio y allí vieron aparecer una inscripción que afirmaba que quien retirara la espada del yunque sería el futuro rey. Entonces el joven Arturo, casualidad tras casualidad, tomó sin dificultad el arma ante el asombro de todos. El arzobispo cumplió entonces con la promesa de otorgarle al ganador la corona del reino, siendo aplaudido por los maravillados habitantes del pueblo. “Sin duda, he aquí otro de los trucos de Merlín”, comentaban algunos, mientras el sabio contemplaba silenciosamente la escena transformado en un discreto mendigo.
Así es como, dice la tradición, Arturo llegaría a convertirse en el rey de Britania...8
EL GRIAL, UN CAMINO DE HEROES.
“En el antiguo Egipto, el vaso era el jeroglífico del corazón. La ‘copa’ del Tarot corresponde también al ‘corazón’ de los naipes (...)”.René Guénon: Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada.
Uno de los primeros autores en mencionar el Grial habría sido Roberto de Boron, quien escribió tres obras fundamentales: José de Arimatea; Merlín y el Perlesvax (Perlesvaus). A este autor sucedió el clérigo francés Chrétien de Troyes9 quien dice que descubrió la historia en un libro del viudo Felipe de Alsacia, conde de Flandes, amigo de su patrona, Marie de Champagne. Otro de los autores que ha sido reconocido por aportar con su propia lectura a este enigma, es el escritor nacido en Franconia, pero criado en Baviera, Wolfram von Eschenbach10, quien señala que su fuente es el “poeta Kyot”, el que durante su estadía en España habría oído la historia de parte de un alquimista venido de oriente, Flegetanis “Un erudito por naturaleza, descendiente de Salomón”. Ciertamente, todas estas fuentes son tan insondables y misteriosas como el propio relato, lo que le otorga un atractivo adicional a estas fascinantes narraciones.
Se dice que el Grial es un vaso o copa sagrada, aun cuando algunos sostienen que se trata de una piedra caída de la frente de Lucifer, mientras otros afirman que el Grial es sin duda un libro, o bien un objeto inmaterial. En esta multiplicidad de visiones los distintos autores han tratado de desentrañar el enigma del Grial siguiendo el heroico itinerario de sus personajes. Así van transitando el caballero Galaad (Galehaut), cuyo nombre significaría “multitud de
testigos” y representa el ideal cristiano de un hombre “puro” en su búsqueda del Grial. Otro fundamental caballero, introducido en el ciclo por Chrétien de Troyes, es Lanzarote del Lago (Lancelot). Su travesía se despliega como una mirada profunda al guerrero perfecto, educado en los bosques por Viviana, “la dama del lago” el amor en la eternidad del sabio Merlín. Este personaje es manifiestamente una recreación del célebre Lugh de la Larga Lanza, el dios celta que se une al clan de la diosa Dana del mismo modo como Lanzarote se acerca a la fraternidad de la Tabla Redonda. En ausencia de Merlín, será el nuevo compañero de Arturo, de allí las iniciaciones mágicas de Viviana, la compañera del sabio. Su pasión desenfrenada por Ginebra11, la esposa de Arturo, es la expresión de un amor profundo que emerge del corazón de los guerreros, el vaso sagrado de tantas tradiciones.
Finalmente está Perceval12 el galés. Éste es el caballero que se interna en los mundos llenos de aventuras de los guerreros espirituales, que habitó por distintos laberintos, que llegó a Camelot y a otras ciudades encantadas deleitándose con sus ensueños, que conoció el misterio de los misterios al encontrar el símbolo sagrado que no buscó. Es la historia de aquel joven puro que un día sintió el llamado de sus hermanos los pájaros, (el llamado del cielo) y dejó a su madre “viuda” (la tierra), para emprender maravillado el sendero con esa loca pureza de los caminantes, en su fascinante y arrebatadora marcha tras el espíritu del Grial.
ARTURO, EL REY OSO
Efectivamente, la raíz del nombre Arturo es “arktos”, partícula céltica “art”, que significa oso. Este es un aspecto enormemente significativo en las antiguas tradiciones y especialmente en la celta. Así tenemos que entre los antiguos celtas el oso era el animal símbolo de las castas guerreras. De allí que el surgimiento de Arturo constituyó el nacimiento de un nuevo ciclo que sucedía al de las castas sacerdotales (animal símbolo jabalí) y que se unen tradicional y armónicamente en la conjugación Merlín – Arturo. La palabra “ártico”, por cierto, posee la misma raíz.
Estos elementos van a entrar en una especial coalescencia con los relatos de otras ancestrales culturas. Por ejemplo, en la enigmática China se cuenta que el gran héroe Yu, habiendo nacido directamente del cuerpo de su padre Kun (quien se había transformado en un oso pardo) tenía la capacidad de ejecutar una espectacular danza transformado él mismo en un oso, por medio de la cual podía viajar hasta las estrellas (configuración de la “Fanega del Norte” u Osa Mayor, la misma a la cual los galos llamaban “el carro de Arturo”). Mil años después, los shamanes de la dinastía Chou seguían ejecutando el famoso “paso del Oso “ que vinculaba a la tierra con el cielo. Por otra parte, entre los pueblos cherokee y los creek se desarrolló la creencia que los Osos eran hermanos de un “octavo clan” los que se habían sacrificado para permitir la supervivencia de toda la comunidad en tiempos remotos. Por su parte la diosa griega Artemisa, está ligada etimológicamente al oso, incluso existía un antiguo ritual femenino de consagración a esta deidad que conectaba a las vírgenes en la etapa prenupcial con este animal, por ello se las llamaba “arktai”, es decir, “las osas”. Entre los pueblos nórdicos, además, el dios Odin (Wotan) era representado también como un oso, el que en oportunidades aparece además acompañado por un lobo. Recordemos asimismo que el lobo es, en la tradición artúrica, el fiel compañero del druida Merlín.
Notas: EL REY ARTURO Y EL ESPíRITU DEL GRIAL
1 Apud: Evola, Julius. El misterio del Grial. Ed. Plaza y Janes, Barcelona, España, 1975, p.93.
2 Vid. Ecovisiones Nº 2. “El cine y las tradiciones celtas”. Obsérvese la raíz de este nombre con relación al antiguo reino de Albión y su analogía con el color blanco.
3 El nombre “Islas Británicas” fue dado por el expedicionario griego Pytheas, quien en el año 325 a. C. bautizó a las islas con el término “Pretannicas”, expresión que proviene de la voz “prython” (bretón) y que significa “país de los hombres tatuados”. Ahora bien, según algunos textos del ciclo, el nombre sería la derivación del nombre Brutus, el hijo de Eneas, uno de los sobrevivientes de la antigua ciudad de Troya, que habría llegado a estas islas, asentándose en la península de Cornualles, donde se encontraron con los 24 gigantes (...) Vid. Historia Regum Britanniae de Godofredo de Monmouth, apud Markale, Jean: El ciclo del grial. El nacimiento de Arturo. Ed. Martínez Roca, Barcelona, España, 1996.
4 Vid. Ecovisiones Nº 2. Ibídem, Notas. Merlín además habría sido el constructor de uno de los imponentes megalitos circulares de Bretaña. Según el poético relato su cuerpo descansaría en los bosques de Brocelandia, bajo una gran piedra, en los brazos de Viviana “la dama del lago”, rodeado de un círculo de rosas y cubierto por un manto de luciérnagas...
5 Ver recuadro.
6 Esta tabla (mesa) redonda suele confundirse con la tabla de José de Arimatea quien, según la tradición cristiana del Grial, debía resguardar el cáliz con la sangre de Cristo y llevar su mensaje hasta las lejanas tierras británicas. Esta mesa, sin embargo, tenía sólo12 asientos, más uno que debía estar vacío (el sitio de Judas). Cuenta la leyenda que cuando alguna persona osó sentarse en ese lugar (como le ocurrió a un tal Moisés, según el relato de Robert de Borón) éste fue absorbido por fuerzas subterráneas y desapareció completamente. Hay algunos investigadores que sostienen que esta mesa tenía la capacidad de alargarse si el número de comensales lo exigía. De cualquier modo la Mesa Cuadrada de José de Arimatea, continuadora de la mesa de la Última Cena de Jesús, será el antecedente cristiano de la Tabla Redonda, cuyo diseño habría sido dictado por Merlín. Resulta una curiosidad que en los primeros textos sobre el ciclo no aparezca comentario alguno de la Tabla Redonda, la que solamente es mencionada en la adaptación francesa de la citada Historia de los reyes de Britania de G. Monmouth, escrita por Wace en 1155. Vid. Michelet, V. E. : El secreto de la caballería. Ed. Obelisco, Barcelona, España, 1993. Cfr. Rosaspini, Roberto: Los celtas. Magia, mitos y tradición. Ed. Continente, Buenos Aires, Argentina, 1999.
7 La espada del rayo, “la que corta con dureza”, en bretón Kaledvoulc’h, en galés Caledfwlch, en gaélico Caladbolg, latinizado por Godofredo de Monmouth “Caliburnus”. Es decir, la espada del rey Nuada (galés Nudd) “el de la mano de plata” en las antiguas tradiciones insulares. Vid. Markale, Jean (1996): opus cit., p. 275. Aquella espada que los Tuatha Dé Danann (clanes de la diosa Dana) habían traído de las tierras del norte junto con la lanza mágica, la piedra del destino y el caldero de la abundancia, atributos que también pueden encontrarse en el ciclo del Grial. Según otros autores se trata de la espada invencible del gran Lugh, quien había descendido del cielo a la tierra para luchar contra los gigantes invasores formoré (literalmente “gente que habita bajo el mar”, llamados “goemagog” en el ciclo artúrico) . De cualquier modo constituye un claro componente druídico de la leyenda.
8 Destruida la resistencia céltica en el continente y romanizada una parte importante de las islas Británicas, con el misterioso y fatal desenlace de la Isla Mona (Anglesey) donde la magia druida sucumbió trágicamente frente a las huestes romanas, la presencia del rey Arturo significó para el druidismo y las más arcaicas tradiciones celtas un respiro de más de cien años. Durante ese tiempo un cristianismo sin la atenta guía de Roma inevitablemente iba a alimentarse de un sustrato cultural más antiguo. Las implicaciones del rol jugado por Merlín, símbolo de los últimos herederos de esa aguerrida resistencia espiritual, pueden ser advertidas en esta cautivante gesta arturiana.
9 Pertenece a la tradición cristiana de la historia del Grial, especialmente compilada por los monjes cisterciences.
10 Constituye toda una tradición (junto al Titurel de Albrecht von Scharffenberg y al Wartburgkrieg) que genera variadas vertientes, entre ellas la retomada por Otto Rahn (La cruzada contra el Graal, La corte de Lucifer en Europa); por Julius Evola (El misterio del Grial, opus cit.). Constituye una interpretación que se basa esencialmente en negar las fuentes de los autores cristianos y sostener una mirada más bien centrada en las gestas de la caballería medieval, inspirada en una tradición germánica (que incluye la bella composición clásica de Wagner) y hasta cátara del relato del Grial (la minne y los minnesänger). Según el erudito francés Jean Markale, el Parzifal del autor Bávaro “no tiene nada en común con el héroe primitivo de la tradición céltica” (Vid.Markele, Jean: El ciclo del Grial. Perceval el Galés. Ed. Martínez Roca, Barcelona, España, 1997, p. 17). Otra de las líneas que derivan de Wolfram von Eschenbach es la del escritor contemporáneo Joseph Campbell (Los mitos en el tiempo), aun cuando no participa de la misma mirada que Rahn o Evola. Finalmente no podemos dejar de mencionar la extraordinaria obra de Sir Thomas Malory, La muerte de Arturo, escrita entre los años 1469 y 1470. Vid. Malory, Thomas: Le Morte Darthur, Wordsworth Editions Limited, Kent, Great Britain, 1996.
11 Gwenhwyfar, que significa “fantasma blanco”e incluso “hada blanca”. ¿Recuerda usted al sabio Gandalf y a Arwen, la dama blanca, en el relato de J. R. R. Tolkien?
12 Según algunos Perceval “el que ve por el valle”, sin duda el valle del corazón. Según otros, Parzifal, literalmente “el loco puro”.